Sola en bici by Cristina Spinola

Sola en bici by Cristina Spinola

autor:Cristina Spinola [Spinola, Cristina]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Literatura de viajes
editor: Ediciones Casiopea
publicado: 2018-11-15T00:00:00+00:00


14 de junio Cómo cruzar el océano con la bici a cuestas

Después de dos semanas esperando un intervalo libre de huracanes, me embarco el domingo en el velero Cactus hacia Mazatlán. El capitán, Rodrigo Parra, de origen chileno, planea arribar a puerto en un plazo máximo de dos días. Anulo mi pasaje en ferry a última hora porque Rodrigo me llama la víspera de la partida.

Llevo quince días esperando, después de colocar escéptica anuncios en tablones de avisos de dos marinas de La Paz. Sin muchas expectativas, porque en época de huracanes nadie se aventura a poner su embarcación a merced de los impredecibles huracanes. Estos bailotean caprichosamente por el mar de Cortés desde abril hasta septiembre y su trayectoria es tan impredecible como la respuesta a una pregunta sin sentido.

Pero Rodrigo lleva la aventura en la piel, al igual que yo. Sin mucha experiencia en trayectorias transoceánicas, y sin excesivas horas al timón, decide poner rumbo al eje turístico de Sinaloa en medio de dos ciclones, el Blanca y el Carlos, confiando en tener tiempo suficiente para arribar a tierra ante la lentitud de avance de Carlos hacia la península mexicana.

Cuando lo conozco, Rodrigo, de 40 años, rubio y de ojos azules, me parece el hombre de mar más caballeroso del mundo. Durante nuestra primera conversación, en la que también está presente Tuly, parece tener grandes conocimientos de náutica. La nave, un velero de doce metros construido en los años ochenta, la acaba de adquirir hace un mes en La Paz, para navegarla en solitario hasta Chile. Sin embargo el chileno admite que una travesía transoceánica es mejor hacerla acompañado, razón por la cual ha querido buscar tripulantes en lo que será su primera singladura a bordo del Cactus.

El pertrecho en la embarcación es el justo y los lujos son una quimera. Como avituallamiento portamos en los tambuchos de la cocina arroz, pasta, dos cebollas, tomates, limones, tres manzanas, una col, yogur, hielo, lo justo de agua potable, aceite, dos dedos de whisky, suero en polvo, una docena de huevos, atún en lata y frijoles en lata. Por fortuna, aun cargo en mis alforjas un poco de café (aunque, de haberlo sabido, me hubiera traído azúcar y chocolate). Esperamos estar en alta mar no más de 48 horas.

Zarpamos el domingo por la mañana desde la Marina de La Paz. Me despido tristemente de Tuly Arce. Con ella he pasado momentos inolvidables en la ciudad más tranquila del mundo, haciendo honor a su nombre. Creo que no nos ha faltado nada por hacer; paddle, ciclismo, running, nadar con el tiburón ballena, snorkel en Balandra, cenas a la luz de la luna… y no hemos hecho más porque el termómetro ha superado los 40 grados la mayor parte de los días.

Ponemos rumbo a Mazatlán y desplegamos la vela mayor y el génova con una ligera brisa matinal que nos permite navegar con 3 nudos de velocidad media. Por la tarde, el viento cesa y la mar se queda en calma.



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